miércoles, 13 de junio de 2012

La tecnología (o ahora estoy en las redes sociales)


En realidad estoy hace rato, pero los invito a mi fan page y a mi Twitter.
Tricotilomaníacos, ansiosos, obsesivos compulsivos, faltos de autoestima, inseguros, maniáticos, loquitos, depresivos y neuróticos: todos invitados a conversar por allá.
Ah, y esta semana el blog tuvo caleta de visitas, si alrededor de 30 es caleta. Si es poco, no quiero saber, me da depresound.
Los links de nuevo, por si además de todo son medios amnésicos:
Facebook: https://www.facebook.com/Tricotilomanias
Twitter: https://twitter.com/#!/tricotilomanias

sábado, 9 de junio de 2012

Labios, mentolatum y ansiedad (antecedentes de mi tricotilomanía)

Yo creo que la causa principal, el origen, el cohete que lleva la tricotilomanía a nuestras vidas, es la ansiedad. En el fondo, algo pasa dentro de nosotros, algo no funciona bien, hay un vacío o un demás o no sé qué, pero la cuestión es que tenemos un desequilibrio que compensamos con esta extraña obsesión.
Les voy a contar un secreto. Cuando era menor -qué sé yo, seis u ocho años- padecí otra "enfermedad" como la tricotilomanía. Era una niña pequeña -antes de ser "tricotilomaníaca- y sufría otra extraña fijación: me lamía los labios. No sé cómo surgió, pero el caso es que siempre me lamía los labios y, de tanto hacerlo, me hacía llagas superficiales. Esto duró años y era tan constante que desarrollé una gran mancha café en la parte inferior de mis labios. Se veía horrible. Me decían que tenía la cara como poto de guagua. Qué hueá más dolorosa. Además de la vergüenza de verme horripilante, tenía que aguantar que todo el mundo me preguntara por qué hacía eso tan estúpido y sin sentido y yo no les podía explicar. Deseaba que nadie se diera cuenta, pero era imposible porque esa enorme mancha café bajo mi boca era como un segundo labio, como una sombra de mugre. No sé, asqueroso.
Como toda adicción, pasaba por momentos buenos, en los que parecía haber resulto el problema, pero después -quizá en períodos de stress- volvía a recaer. Me sentía como el hoyo, la peor cosa del universo, como la más desdichada de una teleserie venezolana. Me acuerdo, como anécdota, que lo único que me aliviaba el ardor de los labios (además de lamerme, cosa que -paradójicamente- me hería más) era el mentolatum. Bendito mentolátum, fuiste mi mejor amigo cuando chica. En fin, la cosa es que a eso de los doce años, empezó la época de coqueteo, de pasar del inocente "me gustas" a los besos y los abrazos apretados. Y como quería ser atractiva al sexo opuesto, decidí con una determinación jamás vista en mí, que dejaría para siempre mi estúpida y dolorosa manía de chuparme los labios. ¿Qué creen? Lo superé po. No sé cómo demonios lo hice, pero la cosa es que -mira la cuestión sexista- para poder ser más linda ante los ojos de los niños, de los machos, dejé atrás mi primera enfermedad ansiosa. Lo hice por autoestima, por miedo, por amor, por calentura adolescente capaz. A veces pienso que son estos mismos factores los que inciden en cualquier cambio. Onda, un alcohólico deja el copete cuando ve que ya la vida se le está haciendo pedazos, cuando ya mató a la esposa y se violó a la hija. Mi caso es menos trágico, pero igual de "resiliente". Creo que algo similar tiene que remecerme o tiene que remecernos a todos para que dejemos de autoflagelarnos. El problema es que todavía no descubro qué es esa chispa, ese motor que me hará dar un giro para superar de una puta buena vez la enfermedad más ridícula del mundo. Como que no "tocado fondo". Y puta que es tonto que sea tricotilomaníaca, sepan que cuando chica se me cayó todo el pelo porque tuve cáncer, pero ésa es una historia para una próxima entrada.