jueves, 27 de septiembre de 2012

Tricotilomaníacos, tricotilomaniacos everywhere


A veces ando en Metro, miro a la gente que va sentada y me fijo en su pelo: hartos tienen una incipiente calvicie. Así como entradas o hendiduras muy anchas. Se nota que les falta pelo.
Cuando vea estas personas, me pregunto si no serán tricotilomaníacos silenciosos. Si padecen de lo mismo que yo, pero no le cuentan a nadie y viven con el trauma y la vergüenza a diario.
A veces creo que debería hablarles, preguntarles sobre la enfermedad, pero siento que quizá me mentirían y no asumirían su enfermedad. También me daría vergüenza que esta gente estuviera sana y yo, al decirles algo sobre su apariencia, las ofendiera. Como ese típico chiste de una mina muy gorda a la que le dicen que está embarazada y ella, más que una guagua, lo que tiene es mucha grasa en el abdomen. Además, si esa persona no tuviera trico, yo me dejaría un tanto en evidencia. Onda, hola, ¿te sacas el pelo? La persona en su mente dice -qué onda esta mina, ¿sacarse el pelo? Cosa más rara. ¿Cómo se le ocurrió? Ah, claro, ella se lo saca-.
Quizá un día una chica se me acerque y me pregunté por qué tengo hendiduras tan anchas o por qué no puedo parar de tocarme el pelo. Si tengo valor, le contaré de mi problema. Si no, seguiré buscando amigos tricos en internet.

miércoles, 13 de junio de 2012

La tecnología (o ahora estoy en las redes sociales)


En realidad estoy hace rato, pero los invito a mi fan page y a mi Twitter.
Tricotilomaníacos, ansiosos, obsesivos compulsivos, faltos de autoestima, inseguros, maniáticos, loquitos, depresivos y neuróticos: todos invitados a conversar por allá.
Ah, y esta semana el blog tuvo caleta de visitas, si alrededor de 30 es caleta. Si es poco, no quiero saber, me da depresound.
Los links de nuevo, por si además de todo son medios amnésicos:
Facebook: https://www.facebook.com/Tricotilomanias
Twitter: https://twitter.com/#!/tricotilomanias

sábado, 9 de junio de 2012

Labios, mentolatum y ansiedad (antecedentes de mi tricotilomanía)

Yo creo que la causa principal, el origen, el cohete que lleva la tricotilomanía a nuestras vidas, es la ansiedad. En el fondo, algo pasa dentro de nosotros, algo no funciona bien, hay un vacío o un demás o no sé qué, pero la cuestión es que tenemos un desequilibrio que compensamos con esta extraña obsesión.
Les voy a contar un secreto. Cuando era menor -qué sé yo, seis u ocho años- padecí otra "enfermedad" como la tricotilomanía. Era una niña pequeña -antes de ser "tricotilomaníaca- y sufría otra extraña fijación: me lamía los labios. No sé cómo surgió, pero el caso es que siempre me lamía los labios y, de tanto hacerlo, me hacía llagas superficiales. Esto duró años y era tan constante que desarrollé una gran mancha café en la parte inferior de mis labios. Se veía horrible. Me decían que tenía la cara como poto de guagua. Qué hueá más dolorosa. Además de la vergüenza de verme horripilante, tenía que aguantar que todo el mundo me preguntara por qué hacía eso tan estúpido y sin sentido y yo no les podía explicar. Deseaba que nadie se diera cuenta, pero era imposible porque esa enorme mancha café bajo mi boca era como un segundo labio, como una sombra de mugre. No sé, asqueroso.
Como toda adicción, pasaba por momentos buenos, en los que parecía haber resulto el problema, pero después -quizá en períodos de stress- volvía a recaer. Me sentía como el hoyo, la peor cosa del universo, como la más desdichada de una teleserie venezolana. Me acuerdo, como anécdota, que lo único que me aliviaba el ardor de los labios (además de lamerme, cosa que -paradójicamente- me hería más) era el mentolatum. Bendito mentolátum, fuiste mi mejor amigo cuando chica. En fin, la cosa es que a eso de los doce años, empezó la época de coqueteo, de pasar del inocente "me gustas" a los besos y los abrazos apretados. Y como quería ser atractiva al sexo opuesto, decidí con una determinación jamás vista en mí, que dejaría para siempre mi estúpida y dolorosa manía de chuparme los labios. ¿Qué creen? Lo superé po. No sé cómo demonios lo hice, pero la cosa es que -mira la cuestión sexista- para poder ser más linda ante los ojos de los niños, de los machos, dejé atrás mi primera enfermedad ansiosa. Lo hice por autoestima, por miedo, por amor, por calentura adolescente capaz. A veces pienso que son estos mismos factores los que inciden en cualquier cambio. Onda, un alcohólico deja el copete cuando ve que ya la vida se le está haciendo pedazos, cuando ya mató a la esposa y se violó a la hija. Mi caso es menos trágico, pero igual de "resiliente". Creo que algo similar tiene que remecerme o tiene que remecernos a todos para que dejemos de autoflagelarnos. El problema es que todavía no descubro qué es esa chispa, ese motor que me hará dar un giro para superar de una puta buena vez la enfermedad más ridícula del mundo. Como que no "tocado fondo". Y puta que es tonto que sea tricotilomaníaca, sepan que cuando chica se me cayó todo el pelo porque tuve cáncer, pero ésa es una historia para una próxima entrada.

sábado, 19 de mayo de 2012

Un clavo saca otro clavo


Les voy a confesar mi mayor secreto, uno que me avergüenza más que la tricotilomanía misma que -creo- superé. Es que, sí, ya no me saco los pelitos, pero sigo con una especie de obsesión por tocarme el cabello todo el tiempo.
Entonces, más que haber superado esta extraña enfermedad, lo que hice fue "retroceder" un poco. Es decir, si el proceso que vivía era "llevarme las manos a la cabeza, seleccionar un cabello especialmente grueso, arrancármelo, observarlo, desecharlo", lo que hago ahora es no avanzar hacia el paso tres. O sea, que igual me llevo las manos a la cabeza y escarbo hasta encontrar un pelo grueso. La diferencia es que en vez de sacármelo -aquí lo vergonzoso- tomo una tijera y me lo corto, lo más cercano a la raíz.
En definitiva, no creo que me haya curado de la tricotilomanía, sino que viré hacia una nueva versión de ésta: cortarse los pelos en vez de arrancárselos. Creo que no es igual, pero es súper parecido, porque igual ando como estúpida tocándome la cabeza todo el día e igual lleno de pelos a mi alrededor. Más encima igual me da nervios-vergüenza ir a la peluquería, porque se me notan unas mechas locas paradas que me hacen lucir ridícula.
Pucha, yo no sé si esta enfermedad de mierda se pasa alguna vez, pero sí sé que yo avancé hasta dejar de arrancarme los pelos, pero reemplazando ese ritual con una tijera. ¿Estoy curada? No sé, pero un clavo saca otro clavo cuando una tiene ansiedad. Si no me calmo sacándome un pelo, sí lo hago cortándolo.
Un pelo saca otro pelo. Me pregunto si mi nuevo tic es una patología con nombre.

lunes, 9 de abril de 2012

Estoy curada, a medias

En febrero del año pasado, me dije que ya no podía ser, que tenía que parar de hacer esto tan dañino y estúpido. Googlié sobre el tema, como nunca: "tricotilomanía cura", "psicología tricotilomanía", "rehabilitación tricotilomanía", "ayuda tricotilomanía", "tricotilomanía tratamiento", etc. ¿Qué creen? No encontré nada, sólo muchos blogs que hablaban del tema y mucha, mucha gente que pedía ayuda desesperadamente.
Se los digo, no tengo la solución definitiva, no soy psicóloga -soy periodista, ya les conté-, pero ese día encontré un estudio que fue una verdadera revelación, un texto que describía como un sujeto había pasado por diferentes etapas para curar su extraña adicción a jalar y comerse su propio pelo. Y lo logró.
Me dije, si un tipo pudo hacerlo, ¿por qué yo no? Y lo hice, pero más o menos. Es decir, ya llevo un año y medio sin arrancarme un pelo, pero he compensado esa acción por otra: me toco el pelo todo el día. Como que me quedé en el paso anterior, es decir, el de escarbo de la cabellera. En cualquier momento que me miren, me estaré tocando el pelo. Pero no lo arranco y les juro que es un alivio gigantesco. Sé que no estoy curada al 100%, pero, técnicamente, sí, porque nunca más me los arranqué. Puedo decir con propiedad que superé la tricotilomanía. Ahora, si tocarse el pelo compulsivamente tiene nombre, entonces padezco eso. Pronto haré un blog al respecto.
Sobre el proceso para curar la tricotilomanía, fueron distintos pasos, haré una entrada con cada uno de ellos, a ver si a ustedes -como a mí- los salva de la enfermedad más vergonzosa de todos los tiempos.

Gracias, mi extraña obsesión


Además de tricotilomaníaca, soy periodista. Hace tiempo que me rondaba la idea de crear un blog al que ojalá llegaran personas con mi mismo problema, buscando no sólo ayuda o soluciones, sino un espacio para desahogarse, porque esta enfermedad es solitaria. Es bastante difícil asumir abiertamente este problema, además de que es súper desconocido.
El domingo estaba tirada viendo tele, algo que nunca hago. Daban un programa que se llama "Mi Extraña Obsesión", un docu reality que contaba la historia de gente con manías raras, desde chuparse el dedo a los 23 años, hasta sentir que los zapatos son personas, pasando por la manía de sacarse el pelo. Cuando comenzó la historia de la chica que se arrancaba los pelos, mi atención se congeló de inmediato. Es que nunca había visto que se tratara el tema en la tele, aunque hay millones de personas que lo padecen.
La chica tenía una tricotilomanía bastante avanzada, tenía muchos pelones y usaba constantemente un pañuelo. Además, se comía la raíz del pelo. Tenía 23 años, una hija y una pareja. Visitó un terapeuta experto en el tema, llamado David Wartel (para que lo googleen si quieren) y él le dio el primer gran consejo, uno de los que me salvó también: cada vez que te arranques el pelo, cuéntalos. No saben lo increíble que es ese tip. Lo que sucede es que uno comienza a dimensionar el daño que se está haciendo. Yo llegué a contar 50 pelos por tanda. Cincuenta. Eso es muchísimo. Ese día, el que conté, me asusté y fue un buen escarmiento, efectivo, porque de verdad que me hizo replantearme todo.
Lamentablemente, el show se limitaba a mostrar los problemas, no sus soluciones. No mostraban a la chica rehabilitada, sólo tomas descriptivas de ella sentada en el baño, cayendo en su pequeña obsesión.
Por eso, porque muy pocas veces he visto lugares de encuentro o formas de ayuda, he creado este blog. Me gustaría que tú, que entraste aquí porque tienes este problema, me escribas, me digas qué sientes, qué te está pasando. Aunque no lo creas, pasé por lo mismo y lo estoy superando. No todo está perdido. Conversa conmigo, encontrémonos y apoyémonos. Te juro que no estás solo en el mundo.

Cómo empezó todo

Empecé a los 16, tuve un pensamiento poco lógico y bastante estúpido: mi pelo negro y grueso -que yo consideraba feo- podía volverse más bonito si arrancaba todos los pelos negros, gruesos e irregulares. Así partí sacándome como 20 ó 40 al día, no llevaba la cuenta, pero eran bastantes. Como no creí que fuera anormal, lo hacía en cualquier lugar: en mi pieza antes de dormir, en clases, en la micro. Dejaba una estela de pelos gruesos. Era un poco asqueroso.
El rito comenzó a ser el siguiente: escarbaba en mi cabeza con los dedos, buscando un pelo de textura irregular. Cuando lo encontraba, me lo tiraba para arrancarlo. Una vez fuera mi de cabeza, lo examinaba largo rato: su grosor, color y textura. Repetía esto muchas veces, durante horas. Los pelos que me sacaba los desechaba en el suelo o los juntaba con los demás que me había arrancado. Los miraba y tocaba, como si fueran un trofeo.
Con el tiempo me di cuenta de que no era algo normal, porque no podía evitar hacerlo, a pesar de que mi partidura se estaba ensanchando y se comenzaba a notar una pérdida de cabello. Entonces, me di cuenta de que tenía una adicción o manía. Me dio mucha vergüenza y pena y empecé a cuidarme de que nadie me viera cuando lo hacía. En el fondo sabía que estaba un poco loca. Así se convirtió en mi pequeño secreto. Hasta el día de hoy, sólo se lo he contado a una persona.
Entre los 16 y los 20 años fue más o menos así. A los 21 ya me odiaba y quería superarlo, pero no podía, la necesidad de tirarme el pelo era más fuerte que mi voluntad de dejarlo, a pesar de que racionalmente mi deseo era más poderoso. Hoy tengo 25 y hace un año y medio que dejé de hacerlo. Sin embargo, aún tengo algunos resabios que necesito dejar atrás. Estoy pensando seriamente en consultar un terapeuta, el problema es la vergüenza, pararme frente a alguien y decirle "es que me saco el pelo y no puedo evitarlo", suena tan demente. Ojalá existiera dios para darme fuerzas.

¿Qué es la tricotilomanía?


Padezco tricotilomanía. Lo padezco hace más tiempo de lo que sé el nombre de mi enfermedad. Básicamente, me arranco el pelo de la cabeza. Es un autoflagelo, me hace daño, pero no saben lo satisfactorio que es. Yo creo que es como una droga, lo más parecido a una adicción a estupefacientes. La misma conducta, los mismos daños, el mismo placer culpable. La diferencia está en que soy mi propio dealer y que no existen clínicas en las que nos internen para dejar de sacarnos el pelo.
Hay otras derivaciones, hay gente que se lo saca y se lo come. Y ahí se pone feo, porque además de tricotilomaníaco, eres tricofágico. El intestino no digiere los pelos, entonces se forman como bolas de pelo gigante que te pueden matar. Así que si te arrancas el pelo y te lo comes, el primer paso es no comerlo más. Te pueden salir cosas así.